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Noura (derecha) pasea cerca del barranco del Poyo, a su paso por Paiporta, junto a su amiga Silvia Ramos (izquierda). Mar Juan 

Noura

A su paso por la comarca valenciana de la Horta Sud, el tsunami de la DANA se llevó por delante la vida de 228 personas y desperdigó por las calles la vida de otras, como es el caso de Noura, que vive en una planta baja en Paiporta junto a sus tres hijos Fátima, Kenza y Abdullah. Sus recuerdos quedaron a la intemperie y heridos por el barro: las fotos de su boda o del nacimiento de los niños quedaron difícilmente reparables

 

El garaje subterráneo se inundó y el agua comenzó a subir hasta las casas. Aunque en su hogar el agua alcanzó poco más de medio metro, le ha perjudicadotodo”: “Se han mojado los muebles, la nevera, los colchones”. Al día siguiente durmieron sobre colchones empapados. Noura recuerda especialmente el olor del desastre: “Un olor horrible, a lodo y a muertos”. 

 

La marroquí de 54 años, que lleva en este país desde 2005 y tiene la nacionalidad española desde el pasado marzo, ha trabajado como profesional del hogar y de los cuidados. Pero ahora es cocinera en la residencia de ancianos de Paiporta. En cuanto a la situación laboral de su familia tras la DANA, destaca que su hijo está en ERTE porque la tienda de informática en la que trabaja no sabe si reabrirá. Sus hijas sí que han mantenido su puesto de empleo: una es abogada y la otra está contratada en una tienda de ropa.

 

La tarde en la que ocurrió el desastre, Noura y Abdullah estaban solos en casa. Eran las seis de la tarde y estaban merendando mientras veían la televisión, cuando de pronto vieron en la pantalla de plasma una imagen de cómo la pasarela de hierro de Paiporta se venía abajo. Noura no entendía nada: “Si aquí no había llovido”. Luego escuchó un ruido muy fuerte y muchos movimientos de los vecinos, que le dijeron que subiesen a la terraza de la finca para ponerse a salvo. Desde arriba vieron cómo el agua “arrastraba a los coches como si fuesen de juguete”

 

Más tarde, a las dos y media de la madrugada, Noura se armó de valor y bajó a comprobar la situación en su domicilio: “Yo soy valiente en situaciones así, de emergencia, yo me pongo fuerte”. Vio que había quedado anegado y que su vecina de al lado lloraba: “Le decía ‘no llores por las cosas, llora por tus nietos o tus hijas”. Noura estaba preocupada porque las suyas estaban en València y no sabía nada de ellas.

 

Durante la DANA, la vecina de Paiporta expresa que sufrió discriminaciones racistas en más de una ocasión. Denuncia que en la parroquia de San Ramón del municipio no le querían dar unas botas por ser musulmana: “Viene uno y me dice, ‘aquí a los musulmanes no les vamos a dar ni botas ni nada’”. Luego, en una cola para recibir alimentos de una entidad de ayuda humanitaria, uno de los vecinos le gritó “‘Vete a tu país”’.

 

Noura señala que el uso del hiyab la convierte en blanco de prejuicios, mientras que con una gorrano parece musulmana” y el trato que recibe de la población cambia: “Cuando me pongo la gorra no me tratan mal. Cuando me pongo el pañuelo, prepárate”. La experiencia de la DANA la ha marcado profundamente y se plantea mudarse. No quiere vivir “ni cerca de un río ni del mar” y le dice a su amiga Silvia: “Vámonos a Teruel. ¿Hay residencias allí?”.

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