
Nilka Baena

Nilka Baena (dcha) y su hija Mariana (izq) en su nueva casa en Jalance. Imagen cedida por Nilka
Salvarle la vida a un anciano de 92 años durante la DANA del 29O. Eso es lo que logró Nilka, colombiana de 46 años que, unas semanas después, fue despedida por la familia de la persona mayor que tenía a su cargo. La profesional del hogar y de los cuidados no solo perdió su trabajo, sino su vivienda. A lo que se suma que todas sus pertenencias, memorias y vida reciente quedaron cubiertas de barro.
Ella estaba empleada como interna en Massanassa desde marzo de 2023. Acababa de llegar a este país. Pero, tras perder el trabajo y no poder pagar ese alquiler, se mudó a Jalance junto a su hija Mariana, de 15 años, que vivía con ella desde mayo de 2024. Por suerte, al estar empadronadas en el municipio afectado por las inundaciones, ambas han podido beneficiarse de la regularización por circunstancias excepcionales sobrevenidas por la DANA.
A Mariana, que sueña con ser azafata de vuelo, le está costando el proceso de adaptación a este país. Lidia con la nostalgia, con la imagen de su madre casi ahogada el 29 de octubre y con los complejos de la adolescencia, a lo que se añade una nueva mudanza a otro pueblo y la incorporación a un nuevo instituto, en el que estudia bachillerato.
Nilka tampoco ha dejado de estudiar. Pese a que llevaba diez años trabajando como docente en Colombia, al llegar a España y, tras ser aceptada su solicitud de asilo, empezó un grado de FP para obtener su título de auxiliar socio-sanitaria. Trataba de combinar el curso, de forma telemática, con su empleo como cuidadora interna.
Aunque mediante este puesto recibía algunos ingresos con los que alcanzar una estabilidad, las condiciones eran “un abuso”: “Yo no salí en ningún festivo, ni sábado, ni domingo, nada. Estaba 24/7 con 100 euros”. Nilka denuncia que sus horas de cuidados no costaban ese valor pero, sin embargo, “por necesidad, una aguanta”. Y es que ella tiene la presión añadida de ser la columna vertebral de su familia: la mitad (Mariana) está aquí, y la otra (su padre y otras dos hijas mayores de edad) en Colombia, a quienes también sustenta económicamente.
Nilka siempre ha sido madre soltera: “Para que los padres cumplan, me ha tocado embargarlos”. La colombiana vino a este país huyendo de la violencia de género. Sufrió agresiones físicas y su vida corría peligro. Es entonces cuando una amiga, que ya vivía en España, le sugirió que se fuera y que probase suerte en lo que llamaban “el país de las oportunidades”. Sus tías le ayudaron a reunir el dinero suficiente para comprar los billetes de avión.
A pesar de que en lo que va de año Nilka se ha enfrentado a una DANA con las dificultades añadidas de estar en situación administrativa irregular, entre las buenas noticias que ha recibido está la de “por fin” divorciarse tras 25 años sin poder hacerlo. Firmar estos papeles en el consulado conlleva un coste de más de 30 euros, gasto que ha sufragado ella sola.
Sin embargo, las organizaciones sociales como València Acull la han ayudado a financiar otros gastos como la expedición de pasaportes nuevos –ya que los originales quedaron arrastrados por el agua y el lodo– o la compra de unas gafas –también se perdieron en la 'barrancada'– , con las que dice que espera “ver cómo sale adelante”.