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Carolina

Carolina apoya sus manos en la barandilla de la finca en la que trabaja, donde han colocado un azulejo inspirado en la riada de 1957. Mar Juan 

Carolina llegó desde Honduras el pasado julio. Una de sus amigas, cuya situación administrativa ya estaba regularizada y contaba con un puesto de trabajo en una residencia de ancianos, la invitó. Así que vino como turista, pero decidió quedarse al ver que tenía oportunidades laborales. No obstante, subraya que el principal motivo para no comprar un billete de vuelta fue el de huir “de la inseguridad y de la violencia” de su país.

 

La hondureña de 42 años, que tiene una licenciatura en Administración de Empresas y es técnico especialista en radiodiagnóstico, ahora está empleada como profesional del hogar y de los cuidados en una vivienda en Benetússer, donde cuida de un anciano de 82 años. Este trabajo lo empezó poco después de llegar a España e instalarse en un piso en el municipio de Torrent, cuatro meses antes de que la DANA del 29O arrasase la provincia: “De bienvenida me dieron la DANA”, bromea.

 

Carolina no esperaba que de una terrible experiencia como las inundaciones pudiese surgir una buena oportunidad como la regularización de su situación administrativa. Dice que cuando en la prensa vio los titulares ‘regularización masiva para afectados por la danase alegró “muchísimo”. Pero en cuestión de minutos esa alegría se transformó en decepción al ver la condición del padrón. Ella es una más de las muchas mujeres cuidadoras que no han podido empadronarse y que quedarán fuera de la regularización.

 

La vivienda en la que estaba empleada se ubicaba en la calle Orba, en una de las zonas entre Benetússer y Alfafar donde la corriente pasó con más fuerza. Se trataba de una primera planta y el lodo quedó a las puertas de la casa. Temerosos de que por la presión el agua subiese más metros y les alcanzara, su vecina Rut Moyano, que vive en el 4º, fue piso por piso para auxiliar a sus vecinos. Ayudó a Carolina a subir al anciano, que iba en silla de ruedas, hasta la última planta. A ella le dan “escalofríos” al recordar ese día que define como “una película de terror”: “Temíamos lo peor. Escuchamos cómo se quebraban los portones y las estructuras metálicas del edificio”. 

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El azulejo de madera  inspirado en la riada de 1957 en el que se puede leer 'Hasta esta altura llegó el agua de la riada del 29 de octubre de 2024'. Mar Juan 

Al trauma que le ha generado el sonido del agua, se le añade la imagen de la muerte de uno de sus vecinos de avanzada edad, que vivía solo. Sufrió un infarto de miocardio por el que falleció en el acto: “Fuimos a buscarlo y cuando ya estaba con nosotros decía que le dolía mucho el brazo. De la impresión de lo que vio murió en presencia de todos”.

 

Carolina no puede dormir por las noches. Tiene pesadillas porque se salvó “de milagro”. Dice que había bajado al trastero a por pañales unos minutos antes de que sus ojos viesen “una gran cantidad de agua” por la calle y que, si hubiese sido un poco después, le hubiese pillado el agua en el supermercado o en el autobús de vuelta a Torrent

 

Tras cambiar sus condiciones a cuidadora interna las primeras semanas después de la DANA, pues quedó incomunicada en el municipio de la zona cero, ahora vive en el barrio de Campanar (València), donde encontró un piso de alquiler más cerca de su puesto de trabajo. Su casera también es de Honduras y dice que eso le hace sentir “como en casa”, en la que piensa mucho después del temporal: “Me dieron ganas de irme. Me sentí frágil y me recorría un frío adentro”. 

 

En cambio, recién llegada no había sentido “ni nostalgia, ni tristeza” de haber dejado atrás su país y su familia. La misma familia que, al ver las inundaciones en las noticias, lloraba porque no sabía nada de Carolina. Pasaron diez días hasta que pudo comunicarse con su hermana

 

Entre sus planes de futuro están homologar su bachillerato y sus diplomas, y poder trabajar en un hospital como técnico de radiodiagnóstico. También apuntarse a un curso de valenciano para aprender a hablar en este idioma. Su objetivo actual es recuperar su estado de ánimo: “Estoy desilusionada, pero seguimos luchando”.

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