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 Fabián Leal

Andrea y Fabián pasean por la avenida del Mediterráneo, cerca de su domicilio, en el barrio del Parque Alcosa de Alfafar. Mar Juan 

Andrea Galvis       y

Fabián, Andrea y su hijo de 15 años son una familia colombiana que reside en Alfafar, en el barrio del Parque Alcosa. No emigraron todos a la vez. El primero en llegar fue Fabián, en noviembre de 2021. Pasó un año en una vivienda en Mislata y se encargó de lograr una estabilidad económica. Tras surgir la oportunidad de mudarse a un piso más grande, que es en el que viven actualmente, en diciembre de 2022 llegaron su mujer y su hijo

 

Fabián, que es técnico en electricidad y electrónica, encontró trabajo como electricista en una empresa en Aldaia. Andrea, que es administradora de empresas, fue contratada en una inmobiliaria. Un año y medio después les llegó su permiso de trabajo como solicitantes de asilo. Todo seguía su curso según lo esperado hasta que llegó la DANA del pasado 29 de octubre y su municipio quedó inundado. Entonces sus vidas dieron un giro

 

La inmobiliaria, que estaba en un bajo, quedó destrozada. Sus jefas decidieron que el negocio, que apenas tenía un año de vida, no podía salir adelante. Cerraron, por lo que Andrea quedó desempleada. No obstante, decidió que se convertiría en la ayudante de profesión de su marido: “Un electricista necesita un ayudante, entonces pues ahora, juntos, hacemos arreglos. Yo cargo con las escaleras, ayudo a pasar cables”. Y dice que más aún en este contexto de emergencia, en el que la población necesita recuperar la luz y tienen mucho trabajo.

 

La pareja realiza estas tareas a título personal, ya que Fabián abandonó la empresa una semana después de la tragedia por explotación laboral. Su jefe le obligó a ir a trabajar cuando el agua y el lodo habían arrasado su barrio: “Él me llamó a las 7.30 horas y me decía que mi deber era estar allí, que por qué no estaba en mi sitio de trabajo, que me busque la vida para llegar”. Para el colombiano, que perdió su coche, junto con su maletín de herramientas y maquinaria laboral, el trato pasó a ser denigrante: “Una cosa es autoridad y ya otra es esto, discriminación”. Eligió defender su tranquilidad y su dignidad, que “no tienen precio”

 

Pero una buena noticia les estaba esperando. En la prensa vieron que tenían la posibilidad de regularizarse gracias a la medida del Gobierno destinada a extranjeros afectados por la DANA, que la pareja colombiana expresa que les da la oportunidad de tener “más derechos para vivir como se debe” y dejar de estar “escondidos o por debajo del resto”. “Abre puertas a conseguir un trabajo de una forma correcta y regular sin que haya explotación”, plantea. 

 

Manifiestan que, hasta ahora, en su situación administrativa irregular, se sentían “prisioneros”: “A pesar de que estamos en un país donde hay libertad, nosotros como extranjeros migrantes tenemos que cumplir y no podemos ir a nuestros países de visita”.

"La regularización por ser afectados por la DANA nos da derechos para vivir como se debe y dejamos de estar por debajo del resto"

 

El día de la "barrancada", Fabián estaba en Murcia por trabajo y Andrea, que había ido a Burjassot a ayudar a una fundación social, estaba en el autobús de vuelta a Alfafar. Ella recuerda que el conductor de la línea 27, “comprensivo”, previó que los viajeros no podrían entrar a la localidad y los dejó en Plaza España. Desde allí fueron a la Estació del Nord, donde habilitaron dos trenes con calefacción para que muchas de las personas afectadas pudiesen pasar la noche, que Andrea califica como “de pánico”: “Mucha gente gritaba ‘ay, mi abuelo’, ‘ay, mi casa’, ‘ay, mi coche’, todo sin saber qué estaba pasando”. 

 

La colombiana llegó a su casa al día siguiente, después de caminar casi cinco horas, pasar por encima de coches aplastados y ver personas muertas en el camino. Durante el trayecto sufría por su hijo, que se había quedado solo en casa: “Cuando me vio desde el balcón se puso muy feliz, él pensaba que yo me había ahogado”. Desde esa terraza, su hijo había salvado la vida de un hombre y un perro, a quienes lanzó una cuerda por la que subir hasta la primera planta de la finca.

 

Con todo, desean que mediante la regularización se pueda avanzar en sus planes de futuro. Sueñan con comprar un piso y un coche, con garantizar salud y buena educación para sus hijos –además del joven de 15 años tienen otra hija de 22 en su país– y con poder reagrupar su familia.

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